miércoles, 2 de abril de 2014

Oficio de poeta

Fotografía de Ebru Sidar
Me dictaban palabras los latidos de madre en su luna de siesta. Me presentó a Almafuerte antes de caminar siquiera y juntas recorrimos a Gustavo Adolfo, volvimos con sus golondrinas y nos dijimos una y mil veces poesía eres tú.
Me solté de su mano para tomar la de Julio para siempre y salí a jugar a la rayuela. Por Mario conocí Montevideo, su tregua y el sencillo decir de sus enormes versos.
Fui mar con Alfonsina, higuera y metáfora con Juana, bella locura con la delirante Plath, amoroso amor con Miguel y llanto amargo entre sus nanas y cebollas. Picardía y garbo con Don Federico, años de soledad con Gabriel, selva y anaconda con Horacio.
Pude leer los versos más tristes cada noche, eso por Pablo, y dios me hizo mujer a lo Gioconda. Dí y me dieron los besos de Gabriela.

Mis maestros, salvadores de tinieblas. Gracias, les dice esta poeta.
L.C.

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