De madrugada me atraviesan los lagartos de la penumbra
y me abro al silencio de sus lenguas secas.
Nada hay más arcano que el deseo de estar conmigo
y respirarme los poros
del eterno aburrimiento.
Inspirar el vago aliento de la casa que se esconde
y me ampara en su quietud perpleja
y dejarme convencer
por el rumor de letras que me persigue
para al fin ahogarme entre sus telarañas.
Anómalas presencias me rodean.
Y me asaltan
susurros encantados de identidades muertas.
Y juego con ellas raros pasatiempos
y dibujamos crucigramas infinitos,
opacas transparencias, gritos enmohecidos
recorren pasadizos jazminados.
L.C.
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